1) Significado:
R: Libro de coro que contiene las lecciones sagradas.
2) ¿De que esta hecho?:
R: Sus hojas estan hechas de papel y su portada de un material resistente
3) Uso:
R: El Leccionario es el libro litúrgico usado actualmente para proclamar las lecturas bíblicas en la Misa. En realidad son varios volúmenes, clasificados según los Ciclos
de lecturas de la liturgia católica, y según sean lecturas dominicales,
de entre semana o fiestas especiales (santos universales, santos
locales, misas de difuntos, etc.)
4) Origen:
R: Al principio, en los orígenes, las comunidades cristianas no tenían
más libro litúrgico que las Sagradas Escrituras del AT. Se supone que su
lectura en las celebraciones seguía el mismo ritual y, probablemente,
el mismo orden que en la sinagoga judía. Cuando empezaron a circular,
los evangelios y las cartas de los apóstoles, los escritos que Justino
llama memorias de los apóstoles (I Apol. 67), cabe pensar también que
fueron incorporados a la lectura litúrgica.
Más tarde, aunque no se sepa cuándo ni dónde se hizo por vez primera,
se empezaron a escribir unas anotaciones en el margen de los libros
sagrados para indicar el comienzo y el final de cada lectura, así como
el día en que debía leerse. El paso siguiente fue copiar la lista de
estas anotaciones marginales, no por el orden del libro bíblico, sino
siguiendo el calendario, añadiéndose además, para facilitar su
localización, las primeras y las últimas palabras del texto bíblico
correspondiente.
Estamos ya ante una sistematización de las lecturas bíblicas en
función de un calendario litúrgico. La selección del texto y la
asignación a un determinado día, con el fin de que el texto se repitiese
todos los años al llegar la fecha, formaba parte de lo que hoy se
denomina lectura temática, y que empezó a hacerse, con seguridad, desde
el siglo IV en adelante, al mismo tiempo que se producían los primeros
desarrollos del año litúrgico.
Los primeros indicios de un ordenamiento fijo de lecturas nos han
llegado a través de san Ambrosio de Milán (340-397) de san Agustín
(354-430), testigos del norte de Italia y del norte de Africa,
respectivamente. Estudiando las homilías del santo obispo de Hipona se
ha llegado a reconstruir el Leccionario de esta iglesia, al menos en la
época de su autor. Otro tanto se ha hecho a partir de las homilías de
san Cesáreo de Arlés, pronunciadas en esta ciudad entre el 502 y el 503.
Las listas de perícopas bíblicas con el comienzo y el final de las
lecturas, siguiendo el calendario litúrgico, se llamaban capitularía:
capitularía lectionum, las que contenían la referencia a las lecturas no
evangélicas; capitularía evangeliorum, las que contenían los
evangelios, y cotationes epistolarum et evangeliorum, las que reunían
los dos tipos de lecturas. Hasta nosotros han llegado manuscritos
conteniendo listas de las tres clases, que se remontan al siglo VI.
Naturalmente, para hacer la lectura no bastaba el capitulare; había
que acudir al libro de las Escrituras. Por eso llegó un momento también
en que, para facilitar la tarea del lector, se confeccionaron unos
libros que contenían no solamente las indicaciones del calendario y de
la perícopa bíblica, sino también el texto completo de las lecturas.
Estos libros aparecen a partir del siglo VIII y han recibido los más
diversos nombres: Comes, Apostolus, Epistolare, etc., para el de las
lecturas no evangélicas; Evangelium excerptum, Evangeliare, Liber
evangelii, etc., para el de los evangelios, y Comes, Epistolae cum
evangelis, Lectionarium, etc., para los que reunían unas y otras
lecturas. Estos últimos libros son los que más se parecen a nuestros
actuales Leccionarios de la misa.
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